UN VIAJE A LA AUTéNTICA CAPADOCIA, LA JOYA TURCA DE TINTES MITOLóGICOS

Dicen de Nueva York que uno ya ha estado allí sin haber estado nunca allí. Por insistente que sea el tópico, no lo hace menos cierto. Algo similar sucede con Capadocia. Puede que nunca haya pisado sus caminos, pero seguro que ha contemplado en infinidad de ocasiones la postal en la que docenas de globos aerostáticos llenan el cielo al amanecer, mientras sobrevuelan formaciones rocosas, esculpidas por la erosión durante miles de años.

Algunos llaman a Capadocia el País de las Hadas, en parte porque sus montañas, que parecen surgidas de alguna leyenda antigua poblada por seres mitológicos, son conocidas como las Chimeneas de las Hadas. Ellas otorgan a esta zona, situada en el corazón de Turquía, un estatus especial a la hora de pisar por primera vez la región.

Pero Capadocia no es solo una cuestión de hadas, sino que ofrece una combinación impresionante de historia, cultura y paisajes surrealistas ante la que es difícil no sentirse cautivado. Un lugar trufado por impresionantes valles, antiguas ciudades subterráneas y —sí, claro— cielos punteados por los célebres globos aerostáticos.

Si uno decide quitarse de encima lo imprescindible (o lo más clásico), podemos empezar por ahí: por los globos.

No nos engañemos: ayuda que la región no sufra de vientos huracanados o simplemente fuertes. La brisa es suave y la experiencia es sumamente agradable si no se sufre de mal de alturas. El silencio, la paz del lugar y paisajes como los que se esconden entre el Valle del Amor y el de las Palomas ofrecen un espectáculo indiscutible. Si alguien quisiera definir la serenidad en un solo instante, el paseo en globo por las alturas del país sería un gran ejemplo. Sin embargo, este paraíso ofrece al viajero otros muchos atractivos y algunos de ellos no están a la vista.

Viaje al centro de la tierra. Algunos podrían argumentar que el auténtico hechizo de Capadocia yace bajo tierra. Esta región es famosa por sus ciudades subterráneas, excavadas por antiguas civilizaciones hace miles de años. Kaymakli y Derinkuyu son dos de las más impresionantes, con varios niveles que descienden profundamente en la tierra, ofreciendo una visión fascinante de la vida subterránea de épocas pasadas. Explorar estos laberintos subterráneos es una experiencia fascinante, tanto o más sorprendente que recorrer sus cielos.

Quizá aquí cabría explicar sin ánimo completista y como nota a pie de página algo de la historia de la región: Capadocia se ubica en la región de Anatolia Central, en lo que hoy es Turquía. Su nombre deriva del término persa “Katpatuka”, que significa “tierra de bellos caballos”. Su historia se remonta a miles de años atrás cuando hititas, persas, griegos, romanos, bizantinos y turcos fueron turnándose para habitarla. Durante la era del Imperio romano, Capadocia fue una provincia estratégica y próspera. Más tarde, muchos cristianos se refugiarían en esta región para —paradójicamente— escapar de la persecución romana. Los primeros padres de la iglesia, como Basilio el Grande, Gregorio Nacianceno y Gregorio de Nisa, nacieron y vivieron en Capadocia, contribuyendo significativamente al desarrollo del cristianismo y a la teología cristiana. Ya en la época medieval, Capadocia fue invadida por varias potencias, incluidos los árabes, los selyúcidas y los mongoles. Sin embargo, la región logró mantener su importancia estratégica y cultural.

Dicho esto, podemos volver a lo que nos ocupaba, ya que la historia de Capadocia tiene una relación directa con sus ciudades subterráneas y las iglesias rupestres talladas en las rocas volcánicas. Estas estructuras fueron creadas por los habitantes de la región para protegerse de las invasiones y persecuciones. Algunas alcanzan varios niveles de profundidad y en algunos momentos en los que la vida en la superficie podía ser complicada miles de personas junto con sus animales y suministros se refugiaban allí. Para los interesados en emular a Julio Verne y adentrarse en las entrañas del mundo, hay dos citas irrenunciables: la primera es Kaymakli, una ciudad subterránea que se cree fue construida por los primeros habitantes de Capadocia, posiblemente los hititas, alrededor del siglo VIII a. C. Sin embargo, la mayor parte de la estructura que se puede ver hoy en día data de los primeros siglos de nuestra era. Kaymakli fue uno de los refugios antes mencionados, en este caso para los cristianos, durante las persecuciones romanas en los primeros siglos de la cristiandad: consta de ocho niveles excavados en la roca volcánica, pero solo cuatro de ellos están abiertos al público. Todo está conectado por una red de túneles, que incluyen habitaciones, almacenes, establos y áreas comunes. Algunos historiadores estiman que Kaymakli pudo haber albergado a alrededor de 3.500 personas junto con sus animales y suministros durante períodos prolongados de asedio. Esta es una de esas visitas que dejan al personal con la boca abierta.

La otra joya de la corona es Derinkuyu, otra urbe subterránea, cerca de la ciudad de Nevsehir. Al igual que Kaymakli, Derinkuyu fue construida por los primeros habitantes de la región, probablemente durante el mismo período hitita. Aún más grande que Kaymakli y alcanzando una profundidad de unos 85 metros bajo tierra, sus 18 niveles conocidos son una impresionante muestra de la capacidad del hombre para lograr lo extraordinario. Derinkuyu exhibe también una compleja red túneles que incluye almacenes, pozos de agua, cocinas y lugares de culto. Si se afirma que en Kaymakli podían alojarse hasta 3.500 personas, los historiadores turcos afirman que en Derinyuku llegaron a cohabitar más de 20.000.

EL DATO. Conexión España-Turquía.

La mejor opción para desplazarse a Capadocia es Turkish Airlines, considerada una de las mejores líneas aéreas del mundo. Además, es la aerolínea local, así que ofrece una extensa variedad de opciones, volando tanto al aeropuerto de Kayseri como al de Nevsehir. En coche, el aeropuerto de Kayseri se encuentra a una hora de distancia del centro de la ciudad; el de Nevsehir está a poco más de 30 minutos. En el año 2023 muchos españoles decidieron poner rumbo a ese destino y más de 80.000 pasajeros viajaron con Turkish Airlines a la región. Desde Madrid, uno puede plantarse en Capadocia en menos de cinco horas.

La tradición pide paso. Capadocia no solo es cielo y subsuelo, sino que también alberga encantadores pueblos tradicionales cuyos relojes parecen funcionar de forma distinta a los de Occidente. Hay multitud de pequeñas poblaciones, y cada una de ellas ofrece al caminante una buena opción de productos tradicionales que llevarse a casa.

Göreme es posiblemente el más popular, porque además de sus iglesias rupestres y sus vistas panorámicas, ofrece una experiencia única de alojamiento en habitaciones excavadas en la roca; Avanos es famoso por su cerámica y alfarería, está situado a orillas del río Kizilirmak y ha sido un centro de producción de cerámica durante siglos. Se pueden visitar sus legendarios talleres de alfarería y ver en vivo y en directo a los artesanos locales.

Ürgüp es otro enclave que visitar, principalmente para admirar sus calles de piedra y hacerse con productos locales como alfombras, cerámica y joyas. Finalmente, Ortahisar es conocido por el llamado Castillo de Ortahisar, una formación rocosa natural que se asemeja a un castillo y que se encuentra en el centro del pueblo; Uçhisar aparece en todas las guías por la misma razón: un castillo. Se trata de la formación rocosa más alta de Capadocia y ofrece unas vistas panorámicas de la región que no pueden disfrutarse en ningún otro lugar. El pueblo también es un punto de partida popular para hacer senderismo, algo que en los últimos años se ha vuelto extremadamente popular en estos parajes y que atrae más turistas que nunca.

Andar, andar, andar. Pasear por Capadocia es una auténtica gozada y cada vez se abren más rutas y se ofrecen más opciones. Parafraseando a Groucho Marx: “Estos son mis trekkings; si no le gustan tengo otros”.

El valle de Göreme es uno de los más famosos y ofrece una variedad de senderos para explorar; el valle de las Rosas es celebre por sus hermosos paisajes y uno de los lugares de moda para el senderismo de altos vuelos: cañones, valles escarpados y un paisaje único en el mundo (si tenemos que recomendar uno, que sea este).

Pero, además, podemos caminar por el valle de Paloma, famoso —obviamente— por sus numerosas palomas, sus paisajes rocosos y sus cuevas antiguas; el valle de Ihlara es una opción maravillosa con un problema evidente, y es que queda lejos de los principales centros turísticos de Capadocia, pero la idea de atravesar sus impresionantes cañones y el río que serpentea a través de ellos debería ser razón suficiente para desviarse un poco: vale (mucho) la pena. Zemi (otro valle) es la experiencia perfecta para los que deseen conocer parajes menos concurridos y una preeminencia absoluta del verde por encima de la roca. Por último, la meseta de Uçhisar ofrece impresionantes vistas panorámicas de Capadocia y es un lugar ideal por su inmenso abanico de oportunidades a la hora de realizar caminatas cortas, medianas o largas. Es una buena idea si el tiempo es limitado y las ganas son grandes.

En la misma línea, la zona ofrece la oportunidad de visitar museos al aire libre, como complemento para el trekking. Hay dos imprescindibles, Göreme y Zelve. En ellos se encuentran numerosas iglesias rupestres decoradas con frescos milenarios y son un excelente resumen visual de la historia de la región. Göreme podría ser también un gran lugar para empezar con lo mejor, que hemos dejado para el final: comer.

El Topdeck Cave Restaurant, en el propio Göreme, está ubicado en una cueva tallada en la roca. Sirve una amplia variedad de platos turcos y de cocina internacional (por si uno se anima a probar) y si se lo monta bien, reserva o engatusa a los dueños del restaurante, puede cenar con una impresionante vista del valle de Göreme desde su terraza.

Es buen momento para hacer una paradinha y repasar los manjares clásicos de la región, por riguroso orden de preferencia: el mejor es el testi kebab, en el que la carne y las verduras se cocinan en una olla de barro sellada. La olla se rompe justo antes de servir, lo que sirve para hacer un buen vídeo y presumir después con los amigos y conocidos; el dolma, que son pimientos rellenos de arroz sazonado con especias y a menudo carne picada, cocidos lentamente en salsa de tomate, es otra joya que se puede complementar con el pide, una suerte de pizza turca elaborada con masa fina cubierta con diversos ingredientes como carne, queso, verduras y hierbas. El sarma y el borek, que son hojas de parra enrolladas con carne, arroz y especie cocidas en una salsa de tomate y un pastel de hojaldre relleno de queso, carne, espinacas o patatas respectivamente, también son platos dignos de visitar nuestro paladar.

Si se desea probar algunas de estas delicatessen, el Sedef restaurant en Ürgup es un clásico de la cocina turca, tiene terraza y ofrece pescado fresco. En el mismo pueblo, Ziggy’s Shoppe & Cafe ha adquirido merecida fama por sus desayunos abundantes y sus platos caseros. Allí vale la pena probar el té turco y los postres locales.

Y por último, el A’la Turca Restaurant (Uçhisar), que sirve comida de la muy buena en una cueva tallada en la roca con vistas panorámicas del valle de Uçhisar. Además, tiene una gran selección de vinos turcos y su cordero es algo de otro mundo .

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