UNA MAñANA EN LOS JARDINES DEL PALACIO DE LIRIA: UN PéRGOLA DE GLICINIAS, ESFINGES, LA LáPIDA DEL PERRO JACOBO Y LA ALARGADA SOMBRA DE CAYETANA

En 1940 Jacobo Fitz-James Sttuart y Falcó, XVII duque de Alba y X duque de Berwick, pronunció el que a su juicio sería su mejor discurso, el de ingreso en la Real Academia de la Historia. Antes de hablar en público se lo leyó a su perro Jacobo, un dachsund que se llamaba como él y que además tuvo el honor de posar para Ignacio de Zuloaga en el célebre retrato del aristócrata vestido de maestrante –"el can está maravillosamente repintado y es más protagonista que su dueño”, contó Alba en sus memorias–.

Jacobo descansa hoy en el cementerio de mascotas del Palacio de Liria junto a los animales más queridos por la familia –los canes Ricky, Jolly, Flasito, el schnauzer de la duquesa Cayetana…, gatos, tucanes…–, enterrado en una lápida de mármol con su efigie. Alrededor, esculturas clásicas que Carlos Miguel Fitz-James Stuart y De Silva-Fernández de Híjar, VII duque de Berwick y XVI duque de Alba, trajo desde Italia. El gran mecenas de la Casa pasó allí siete de los años que dedicó al Grand Tour, el viaje formativo por Europa que emprendían los jóvenes aristócratas del siglo XVIII.

El lugar donde los Alba honran a sus fieles compañeros es uno de los muchos atractivos de la visita a los jardines de Liria que acaban de abrir al público por iniciativa del actual duque, Carlos Fitz-James Stuart, que está llevando a cabo una importante labor de divulgación del patrimonio de la Casa de Alba. Un oasis en pleno centro de Madrid –créannos: no se trata de un lugar común– que rodea este edificio del siglo XVIII construido por el arquitecto Ventura Rodríguez al que se accede sorteando un jardín de estilo inglés –el de la entrada principal– con varias especies de árboles en peligro de extinción –por ejemplo, un gingko–; en la parte trasera se encuentra el jardín francés, obra de Jean Claude Nicolas Forestier (1861 – 1930) por encargo del duque Jacobo.

El abuelo del actual duque encargó a este paisajista francés, muy de moda a comienzos del pasado siglo, el laberinto que rodea a la fuente de Ventura Rodríguez que preside el conjunto, y en la que flotan varios nenúfares. Detrás, una pérgola de glicinias bajo la que los Alba celebran hoy acontecimientos familiares como bodas y bautizos entre flores de acanto y esculturas; en las escalinatas, un bestiario -un conjunto escultórico típico de las casas de recreo del siglo XVIII- y cuatro esfinges que representan a otros tantos Continentes transportan al visitante a otra época. O a una ficción contemporánea. “No me digan que no les recuerda a Los Bridgerton”, bromea el guía. Junto al cementerio de mascotas, y justo antes de entrar en la pérgola, otra fuente conmemora un acontecimiento muy especial con dos fechas muy significativas: la del comienzo de la construcción del palacio -1767-, y la del nacimiento de la duquesa Cayetana -1926-.

Frente a la fachada principal de Liria, en medio del césped perfectamente cortado, un cedro del Himalaya despide al visitante. Es la incorporación más reciente al jardín inglés, plantado por iniciativa del duque Carlos en honor a su nieta mayor, Rosario, primogénita de los duques de Huéscar. La niña que heredará el ducado de Alba y, quizá, el interés por las artes de su abuelo y el carisma de su bisabuela Cayetana. Quien, como presumen unas señoras nada más acabar el tour, "en su día nos enseñó personalmente el jardín, y nos explicó cada rincón con todo lujo de detalles".

La duquesa de Alba disfrutó mucho de Liria y de sus jardines, como prueba la sesión de fotos a cargo de Aurora Fierro que ilustra este artículo. Hoy lo hacen sus hijos y nietos, en particular una zona privada en la que no faltan el carrito con bebidas espirituosas listo para recibir invitados y la piscina. Un área vetada a los curiosos. El resto puede visitarse hasta septiembre. Las fotos están por cierto permitidas salvo en un punto muy concreto. Sí: el cementerio de mascotas.

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